domingo, 2 de noviembre de 2014

ANÉCDOTAS DE LA MILI

Servicio Militar 2013 , Servicio Militar Obligatorio , Sorteo Servicio ...
          Me llegó el día y la hora del Servicio Militar, casado y con una niña me tengo que incorporar.

          Vivíamos en casa de mis suegros y aunque no se nadaba en la abundancia quedaban bien protegidos durante mi ausencia. Destino: campamento de Figueirido de Pontevedra.

          Es de dominio público el hecho de que a la hora de hablar de la caza, la pesca, de fútbol, de mujeres y de la Mili se suelen magnificar los hechos.

         En éste caso no es así. Todos lo que aquí se refleja fue vivido en primera persona y lo único que se pretende es, a quien pueda interesar, bien para algunos recordar y para otros curiosear, en todo caso quede claro que para nada se escribe con resentimiento pues soy de los que siempre dije que no me importaría repetirlo. Quede así mismo claro que me refiero a historias vividas a principios de la época de los 7o.

          Tres meses, Jura de Bandera y Destino definitivo. Segunda Compañía, Segundo batallón, la última en dejar los Pabellones viejos.

          Viaje desde La Coruña. La verdad es que al menos en mi caso la Mili no me asustaba en absoluto. Tenía claro que si no me metía en problemas no iba a tenerlos, y así fue.

          Primera experiencia: 

          Corte de pelo. Auténtico drama para algunos y cachondeo para la mayoría. Los barberos contribuían al vacile, ensañándose principalmente con aquellos a los que se les caían las lágrimas al sentir sus cabezas rapadas, haciéndoles dibujos con la maquinilla .

          En su comportamiento noté, una variedad de personajes que allí estábamos: mismas edades aproximadamente, pero una mezcla de hombres, niños y "pijos" tremenda. La mayoría opina de la Mili como una pérdida de tiempo, pero que falta les hacía a otros.

          Segunda experiencia.   
          La hora de ducharse y acostarse; bromas, comentarios... de dónde eres... de dónde soy...; pero las miradas, disimuladamente, todas iban en la misma dirección: la curiosidad, la comparación, soltando los mas atrevidos alguna que otra exclamación cuando veían algo fuera de lo normal en posición de ¡Firmes!.

          Tercera experiencia mañanera:   
          Toque de Diana y salida que aquello parecía una estampida de búfalos. Un espectáculo mirar hacia atrás y ver semejante polvareda que salía a nuestro paso y a un viejo sargento, de los “chusqueros”, dando patadas en le trasero a los mas rezagados, llamándoles de todo: ¡ inútiles, torpes, lentos, señoritas... ¡mamaíta!, ¿donde está mamaíta..? ... .

          Cuarta experiencia:
          Formación de todos los nuevos colándolos por talla. Llaman a uno por su nombre y que salga de la formación. Sale y le ordenan: Ud. coja sus cosas y queda libre de hacer el Servicio Militar. No da la talla.

          Cuando éste oye por qué revienta a llorar y pide que le admitan, que quiere hacer la Mili como los demás.

          Sus pretensiones no fueron atendidas y regresó a su casa.

          Siguiente llamamiento: todos los que no sepan leer ni escribir que levanten la mano. Unos minutos de espera y nadie responde. Se repite el aviso... y misma respuesta. Y otra... hasta que el que avisa da la orden grietando, enfadado, dice que sabe que los hay, que levanten la mano, Así que ..a levantar la mano!.

          Y aparece el primero, luego... lentamente el segundo y cada vez se les van sumando mas apareciendo una cantidad importante; les daba vergüenza su analfabetismo.

           Piden que se identifiquen otros estudios y profesiones, entre ellas conductor, a lo que me apunto con el fin de sacar los carnets de casi todo. Solicité asistir también a cursillos de electricidad y electrodomésticos.

          El primero me sirvió para sacar todos los carnets en prácticas durante un mes en el Parque Automovilista del polígono de La Grela, cuartel donde los veteranos del mismo les hacían autenticas novatadas, bastante desagradables. Entre estos veteranos surge un buen amigo, el cual se dirige a los compañeros señalándome con el dedo y diciéndoles, mas bien amenazándoles. -¿A éste, ni tocarlo!. Es bien cierto que en el tiempo que estuve a allí no tuve ni el mas mínimo problema.

          Bueno es el refrán que dice Dios de un amigo aunque sea en el infierno.

          El segundo de los cursillos, para lo único que me sirvió fue para que, gracias a él, tuve que hacer guardia casi todos los domingos. Me salvé de alguna, gracias a un compañero y gran amigo que se ofreció para hacérmelas, pues no salía de fin de semana porque vivía muy lejos y tampoco dejaba el Cuartel.

          Esto lógicamente poco duró, de lo cual me alegré por él pues fue haciendo nuevas amistades practicando el slogan: ¡Vivir en La Coruña, que bonito es!.

          Andar de parranda y dormir de pié. El hombre no sabía como decirme que no podía hacerme mas guardias. Pasados unos días le regalé unas botas sorprendiéndole de tal forma que no sabía como agradecérmelo.

          Falta de agua y sus problemas.

          Iban transcurridos unos días, el Campamento se quedó sin agua y a medida que pasaban los días el problema era mayor. Los parásitos se apoderaban de nosotros. Solución: Desinfectar. Cómo?.  Compresor y aire, con desinfectante. Todas las Compañías en “pelota picada” y a pasar por el mismo.

          Firme, pasada general... pshhh pshhhh ... ¡levante los brazos! ...psh pshhh pshhh... ¡abra las piernas!...! psh psh psh ... ¡agachese!...!psh...psh...psh... y así uno tras otro: risas, bromas, burlas y muchas anécdotas. Todo un espectáculo.

          La Plaza de Armas llena de reclutas desnudos y el que usaba el compresor … de cachondeo.

          Peor fue que durante lo que duró la sequía se suspendieron los permisos de fin de semana.

          Anécdotas varias:

          Primera: pruebas en el Campo de tiro con Zetme. Premio especial al ganador: fin de semana libre. Se hace recuento de tiros en el blanco y dan como ganador a un compañero que había metido menos que yo.

          Le hago al Teniente la correspondiente reclamación, dándome por respuesta que me las metería de lado. Ante tal respuesta y con todo respeto me dirigí a él de nuevo y le propuse que me dejara repetirlo para demostrarle que eso no era tal y como él decía. Repetido el tiro: los dí todos en el blanco. Respuesta: el permiso es para quien es y ya está designado. Otra vez será.

          Segunda: prueba de lanzamientos de granadas. ¡De pánico!... . Ver como algún compañero temblaba de miedo cuando le ponían la granada en la mano dándose la desafortunada circunstancia que uno al lanzarla , ésta fue a caer al parapeto de al lado, ocasionando graves heridas entre los que allí se encontraban. Estaba claro que muchos no estaban preparados para dicha labor. Las granadas no eran de juguete.

          Tercera: toda la Compañía formada haciendo instrucción a las órdenes de un Alférez; todo transcurría normalmente hasta que uno de los reclutas se queda de pié, inmóvil, haciendo caso omiso a las ordenes del oficial. Éste le pregunta: -¿Que le pasa a usted?. ¿Algún problema?.

          El soldado no contesta. Solo hace gestos con la cabeza como intentando orientarse de dónde provenían esas voces. El oficial se da cuenta que le estaba tomando el pelo y entonces opta por seguir con la instrucción aconsejándole que siga el ritmo de sus compañeros.

          Da las primeras órdenes, y él ni caso. Seguía tratando de buscar el origen de aquellas frases. Risas y comentarios del resto de la tropa, lo que le hace poner mas nervioso tomando la decisión de dirigir solo a él sus órdenes, amenazándole con que si no le seguía le iba a complicarle la vida.

          Primeras órdenes y de nuevo ni caso; se pone a silbar mirando hacia el cielo. Mas risas y carcajadas. Ante el ridículo que estaba haciendo, da orden de que le lleven detenido a prevención.

          Yo a éste hecho le aplicaría el refrán que dice: ¡No es lo mismo ser gracioso que caer en gracia!. Saltó a la vista que este Oficial no le caía en gracia. De todas formas abusó del hecho de tener un buen “padrino”, que le sacó las castañas del suelo.

           Cuarta: el gracioso. Hay mucha gente a la que no le hace mucha falta hacerse el gracioso porque ya lo son por naturaleza. Pero la mayoría no tiene ese don, y sin duda siguen tratando de serlo... y la “cagan”, como la “cagó” un recluta que en plena charla del Teniente, sentados en la ladera del monte, soltó aires con tormenta, llegando a oídos del Oficial. Éste se interesa mucho por saber cual es el autor.

          Yo sabía quien fue el gracioso, pues lo conocía bien, al igual que el grupo de su entorno. Pero todos nos callamos protegiendo al compañero. Su silencio y el nuestro nos costó a todos un paso ligero con el fusil en alto, hasta caer de culo.

          Hoy ya no está entre nosotros, pero entre los que le conocimos no podemos recordarle como gracioso.

          Quinta: recluta en defensa de su lengua. Todas las noches antes de acostarse, lógicamente, nos pasaban lista. Se pedía silencio, formaba cada uno frente a su cama y nos nombraban por el nombre y primer apellido y contestábamos por el segundo, y estaba de último de la fila uno que contestaba presenciandolo en su dialecto. Ejemplo. Si su apellido era Rodríguez , él lo pronunciaba tornándolo en s, o sea, Rodrigues, como realmente lo pronuncian en su comarca.

          Pero resulta que aquella noche pasaba lista el Alférez, que era ajeno a ese detalle y cuando le contestó, se oyeron algunas risas de sus compañeros, lo que hizo desconfiar al Oficial. Pidió que lo repitiera, contestándole igual. Más, risas y mas risas, y cuantas mas , mas risas, y cuantas mas risas mas tenso se ponía hasta que le dijo: -le voy a llamar de nuevo hasta que conteste correctamente. Le llamó y contestó igual. Mas risas, mas cachondeo.

          Ésto hace que pierda los nervios y le de una bofetada a mano abierta que casi lo tumba. Entonces el soldado le dice que no sabe de otra manera que ese es su hablar, pero las risas de los demás le hacía creer que le estaba tomando el pelo.. y siguió preguntándole, y el contestando igual. Y cada vez, nueva bofetada repitiéndolo cinco o seis veces.

          Aquello ya no hacía gracia a nadie y se notaba que empezaba a dudar si no estría cometiendo una injusticia, tomando la decisión de llevarlo detenido a prevención, donde pasó la noche.

          No sé si sabía pronunciarlo bien, aunque parece que si, porque se le veía un muchacho despierto, pero en todo caso se tiraron un pulso los dos, cosa que no debió de ocurrir, uno en defensa de su dialecto y el otro el otro en defensa de su orgullo de Oficial herido que dijo o pensó de él, ... que se va a cachondear de mí este galleguiño de mier... .

          Mi mas sincera desaprobación a su conducta por abuso de autoridad usando la fuerza dónde no debía.

          Sexta: combate de boxeo. Los medios de comunicación, desde hacía tiempo llevaban anunciando el combate de boxeo del Campeonato del Mundo de los pesos pesados entre Klasius Kley contra Joe Frazier, lo mejor que se se podía ver en boxeo, en aquello tiempos. Un grupo, entre ellos yo, ya teníamos decidido donde ir a verlo; pero sorpresa, estando cenando en el comedor aparece el Oficial de Guardia, con su pareja de escoltas anunciando que quedaba totalmente prohibido salir del Cuartel aquella noche y cuando pasa al lado de nuestra mesa, nos ve, se dirige directamente a nosotros recordándonoslo pues era nuestro Oficial de la Compañía.

          La noticia nos sentó como un jarro de agua helada en pleno invierno, pero era tanta la pasión que había por ver ese combate que los tres o cuatro que lo teníamos programado decidimos salir a verlo a riesgo de lo que fuera. No se movía nadie por fuera del Cuartel y los bares, todos vacíos.

          Nos metimos en uno de los mas discretos por su situación, pudiendo elegir mesa por encontrarnos solos. Y empieza el combate. Primer asalto... segundo... tercero..., ¡vamos, que la noche prometía!. Pero en el transcurso de ese tercer asalto, se abre la puerta del bar y allí aparece el Oficial de Guardia con sus dos “guardaespaldas”. Se dirige a nosotros, lógicamente, porque otros no habían diciéndonos: -hombre, ¡justamente los de mi Compañía!, y eso que os avisé.

          Nosotros de pié, firmes y acongojados ordena que se tomen nuestros datos , paso ligero y para el Cuartel.

          -¡Tendrán noticias mias!. Nos quedamos sin combate y con la incógnita de cual iba a a ser el castigo. Sorpresa,... pasaban los días sin saber nada al respect; la cosa se quedó en el olvido.

          Pienso que el castigado debió ser él por impedir que la tropa pudiera ver el combate, pues seguro que fue decisión suya buscando su comodidad. Tropa controlada, ¡no tengo problemas!, cosa que seguro no gustó a sus superiores.

          Séptima: a algún Oficial, su estrella le brillaba demasiado. Como otras noches, nos juntamos cuatro amigos y salíamos a los bares que habían en las cercanías a charlar y hacernos un tute, aunque no fuera mi fuerte y sigue sin serlo, pero como el fuego va también por rachas, si te viene un buen juego aunque no seas buen jugador puedes ganar y eso nos pasó a nosotros y la pareja contraria se desesperaba y uno de ellos propuso jugarnos la cena toda la semana.

          Esto no es normal, decían, esto tiene que cambiar y lo aceptamos. Se trataba de pasar el rato y eso le daba mayor emoción.

          Pero pasaban los días y las cosas seguían igual, solo que como el que había propuesto la apuesta exteriorizaba demasiado, pues la partida fue despertando el interés de otros compañeros. Algunos lo vacilaban, pero bueno, estaba interesante la cosa. Pero ese interés despertó también la curiosidad de un Oficial y se acercó a curiosear como uno más. Resulta que él no se conformaba con eso y dirigiéndose a nosotros, dijo en voz alta. -¿Pero ustedes no se dan cuenta que se les acercó un Oficial?.

          Entonces paramos el juego, nos pusimos de pié y firmes. -Ustedes, ¡es que no saben saludar?. Le contesta mi compañero como portavoz de los demás: -¿A la orden, mi Oficial, el motivo no es menospreciarlo, se trata de que nos tienen aconsejado no saludar en los bares. Respuesta: -¿Pero quién se cree que es?. ¡Siéntese!. ¡De pié!. ¡Siéntese!. A usted le voy a enseñar como se saluda a un Oficial: ¡Siéntese...de pié!... ¡Siéntese...de pié!... ¡Siéntese...de pié!...¡Siéntese...de pié!... . Ya no sé cuantas veces se puso mi compañero de todos los colores. 

          Los allí presentes, sin excepción, nos sentimos humillados y doloridos ante tal abuso de poder e impotencia, porque la cosa pudo haber ido a mayores.

          Es increíble como se transforma algún hombre cuando ponen en su mano una pistola y una estrella. Ya ni me acuerdo si aquella partida se terminó.

          Octava: habíamos jurado bandera y estábamos a la espera de que se nos adjudicara Destino, pudiendo pasar varios días hasta que aquello sucediese, quedando esos días digamos que cada uno a su aire, perdiendo un poco la disciplina habitual. Solo se pasaba lista a la hora de la cómoda y al acostarse, dándose precisamente por la noche, las principales juergas, bromas, cantares y payasadas.

          Pero parecía que aquello no gustaba nuestro Oficial... que no se le dejaba descansar y advirtió que a partir de tal hora quería silencio absoluto. ¡Pero ni caso!. Recalcó que si se repetía, nos sacaba a todos con lo puesto en la Plaza, brazos en cruz.

          La situación seguía igual y cumplió la amenaza. Nos hizo salir a todos, con lo que nos dio tiempo a salir y formados con los brazos en cruz; pero no conforme con eso, empezó a comprobar quién bajaba los brazos. Iba por detrás y le soltaba un puñetazo que lo tiraba contra el que se encontraba a su lado. Y puñetazo va... puñetazo viene..., lógicamente el que más y el que menos bajaba los brazos. En mi caso me salvé porque me puse de acuerdo con el de al lado para enlazar las manos, aguantando así mucho mejor.

Estábamos atentos y cuando se acercaba nos soltábamos..., no se enteraba. En una de éstas que se acercaba a nuestra fila el compañero me avisó pero yo no le solté la mano. Me repitió el aviso y yo le apreté mas la mano para que no pudiera soltarse. Y exclamó: -¿Que se acerca ... que se acerca.-...me cago en... , suelta, coño...y cuando ya se acercaba demasiado le solté la mano.

          Cuando el Oficial ya había pasado, me dijo: ¡cabrón, eres un cabrón!. Había que tomar aquello con sentido del humor porque sentido no tenía ninguno.

          Novena: si prestas, mira bien a quien. Sobre el hecho de prestar dinero hay muchos refranes, como el que dice: No dejes dinero a un amigo si quieres que siga siendolo. O el que dice: si dinero le has dejado, ya la has cagado. O este otro: dejé dinero a un amigo al que hacía tiempo no veía... pues tardarás en verlo mucho mas, ya verás. Viene esto a cuenta porque en la Mili se dan cantidad de anécdotas porque cuando te incorporas, el que mas y el que menos, lo hace con el bolsillo “calentito”, pues algo que él pudo ahorrar, una ayuda de los padres, una propina de los abuelos y la hermana si lo tiene, que también quiere participar.

          No obstante, la Mili es muy larga y si no sabes dosificar las existencias, se agotan y así sucede, surgiendo los que piden prestado y los que pueden prestar porque se acordaron de ahorrar. Los hábiles para pedir y los bonachones que no saben decir que no, como yo por ejemplo, que le fui a prestar al que seguramente mas fama de vividor y mal pagador tenía. Pero me dejé llevar por el instinto.

          Pasó el tiempo y cada vez había mas cachondeo al respecto,. Llegó el día de las despedidas y coincidimos en el mismo autobús pero alejados uno del otro, y cuando el viaje tocaba a su fin , aparece a mi lado y me devolvió lo prestado., con un abrazo, las gracias y un amigo para siempre. Y así fue. Nos vimos pocas veces pero las veces que nos vimos siempre me demostró un afecto especial. Se que ya no está entre nosotros, pero cumplió dejandome un buen recuerdo.

          De todas formas, cuidado con el instinto que a veces falla.

          Décima: con la mente en otro lugar. Ya en el Destino que iba a ser definitivo ya incorporado a la disciplina del cuartel, un Oficial era el responsable de nuestra instrucción tanto física como teórica. Un buen día nos tocaba estrategias en el campo de batalla. Después de explicarnos diversas formas y técnicas, decide comprobar en que medida habíamos comprendido sus explicaciones. Dirigiéndose a mi por mi apellido: Sr. Otero y señalándome con el dedo me dice que explique al resto de compañeros lo que él había enseñado.

          Me pongo de pié y sin nervios ni nada parecido le digo: -¡Mi Teniente, no tengo ni idea de que iba la cosa!. Se me queda mirando con cara de incrédulo y me dice: ¿Usted me toma de idiota o que pasa?. Y me dice... algo sabrá, al menos algo que a mi me de la sensación de que lo que estoy haciendo sirve para algo. 

          -Repito, mi Teniente, no tengo ni idea. Entonces él , con intención de dejarme en ridículo ante los compañeros me invita a que de todos ellos elija a uno cualquiera y le pida que se lo explique. Yo le dije que mejor lo eligiera él; pero el me insistió y me dijo : ¡Uno, ya!.

          Elegí uno a boleo, lo mandó a poner de pié diciéndole que me explique a su manera de que trataban los temas que estaba impartiendo. Se le quedó mirando y todo sonrojado le contestó lo mismo que yo. -¡No tengo ni idea, mi Teniente!. El Oficial me mira, le mira.. y le dice: -Está claro que aquí quien no tiene ni idea soy yo. Tendré que cambiar de método de explicación.

          En mi caso estaba bien clara: Mi mente estaba pensando en mi mujer, que se le retrasaba el periodo y cuando eso sucedía yo no pensaba en otra cosa, pues con una hija ya teníamos bastante, por el momento. El método antiembarazo que se empleaba en aquella época, la popular “marcha atras” no se puede decir que ofreciese demasiadas garantías. Le día al Oficial esta explicación en privado y se quedó mas satisfecho: ¡El fallo no era suyo!.

          Once: siempre existió, existe y existirá la figura del Padrino. Se dice que el que lo tiene la vida mas fácil le será.

          No se en que otros Cuarteles la en que medida existía pero en el que yo serví estaba muy arraigado, llevado a extremos que el que no lo tenía lo pasaba bastante mal.

          Me viene a la mente dos hermanos gemelos, que a los pobres les caía de todas partes. Nunca les faltaba trabajo, llegando incluso a entablarse una discusión entre dos Suboficiales advirtiendo uno al otro que le parecía que si dicha actitud no sería pasarse. El otro puso fin  a la discusión de forma tajante, diciéndole:- Mira fulano, tu lo haces a tu manera, yo a la mía, y la mía es que el que no me trate de Padrino trabajo y Guadias no le van a faltar. Mientras yo, casado y con una hija, y sin Padrino, vaya panorama.

          Pero surge algo inesperado: me nombran chauffeur del Teniente Coronel ( Máxima autoridad del Cuartel). Como yo pertenecía al cuerpo de Automóviles del Cuartel, era el de mas experiencia y había aprobado los exámenes de Automóviles, pues el sargento que, dicho sea de paso era un gran tipo, me recomendó y mira por donde sin buscarlo me surgió el mejor Padrino que pudiera tener.

          A ver a quien se le ocurría llamar la atención al conductos del jefe. Ya no digamos cuando se enteró de mi profesión, que cada vez que se averiaba un aparato de su casa me mandaba a solucionarlo.

          Ya, cuando aquello se convirtió en algo habitual, los que me pasaban el aviso, de cachondeo, me decían: -¿Sr. Otero, que pase urgentemente a arreglar el aparato a la Sra. del Jefe.

          Lo que más me sorprendió de aquel piso, en el centro de la ciudad, era su despensa en la buhardilla donde estaba la lavadora. Aquello parecía la casa del Rey Jamón. Me quedó claro al ver aquello que era el Padrino de muchos, por lo visto, expertos en vinos y jamones.

          Doce: cosas del alcohol. El espectáculo ofrecido por un Oficial le podríamos titular: Travesía sin fin.

          Resulta que un buen día en que la tropa estábamos por la explanada en tiempo muerto, salió del Club de Oficiales un Oficial que seguramente , cuando se talló o dio un salto o puso plantillas en sus pies. En fin que su aspecto hacía mas cómicas las piruetas que tuvo que hacer debido a la borrachera que llevaba encima para hacer la travesía hasta los Pabellones nuevos.

          Primero la cantidad de eses que hizo para situarse en linea recta hacia las escaleras que había para subir a los Pabellones. Una vez situado: cuatro pasitos para adelante,... tres pasitos hacia atrás. Las miradas de todos caían sobre él y el que más y el que menos comentaba: -¡A que no llega!. ¡A que se cae...!. Con tiempo y con los gestos clásicos del que tiene encima un buen “tabón”, como el toro cuando las fuerzas le flaquean y lucha para mantenerse en pie, logró llegar hasta las escaleras libres, sin pasamanos, aproximadamente catorce o quince peldaños. 

          Y ahora... el tanteo. Primer pié para comprobar... ¡Marcha atrás!. Apuestas: - ¡Lo consigue... no lo consigue...!. Él las miraba y seguro que lo que veía delante era una pirámide , pero … inició la escalada. ¡Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delánte ...detrás ...un, dos, tres.!... . Lo que en un principio nos pareció gracioso, cuando logró entrar, porque lo logró, nos hizo sentir a todos una sensación de pena, compasión..., no sé: malestar...vamos.

          Resumen final:

          Puede quizás interpretarse, que soy un resentido de la vida militar. Pero quien así piense está muy lejos de la realidad. Tampoco se puede decir que soy un forofo de los Eiércitos pues me considero un amante de la paz, porque: ¡que bonita es la Paz!. Dicen que es de color blanco, no lo sé. Lo que si que sé es que cuando estás en Paz es algo como el alma, que no la ves pero que cuando te invade te sientes sumamente a gusto contigo mismo y te es mas fácil entenderte con los demás.
          Ya se que es un imposible, pero si algún día fuese a Referéndum mi voto sería un ¡NO!, con satisfacción. Pero no voy a entrar en éste momento en si: ¡Ejército si...Ejército no!.

          Pero digamos que ya que tiene que haberlo y alguien tiene que dirigirlo y “mandar”, ya se sabe nunca manda uno al gusto de todos. Pero la humildad no está reñida con la disciplina.

Es cierto que mis experiencias vividas se remontan a los años setenta y desde entonces muchas cosas han cambiado, pero las persona, el ser humano , sigue con sus virtudes y defectos.

          Hay que tener cuidad con algunos, que en poco tiempo pasan de ser uno más a tener mucho poder y les cuesta poseérlo y no usarlo. Les cuesta solucionar los problemas dialogando, teniendo la solución fácil en sus manos.

          Malo si se les es


cucha decir muchas veces esas frases tan populares, como: -¿Usted sabe con quién está hablando?.

          A pesar de todo lo bueno y lo malo, yo en aquellos tiempos, no me costaría repetir la experiencia de nuevo. Habría que ver el sueldo, claro.


XAVIER J.G.O.
Colaboración

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