Tenía ganas de conocer Sicilia. Por muchas razones. Sicilia concentra algunos de los mayores tesoros de Italia: templos griegos, catedrales normandas espectaculares, el mayor número de edificios barrocos de Italia, algunos de los teatros griegos mejor conservados. Por algo tiene cinco lugares denominados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Viajar por Sicilia quiere decir viajar por nuestros orígenes, por la cuna de la civilización moderna, y esto no lo digo metafóricamente sino en el sentido literal.La historia de Sicilia está repleta de cruces culturales que han enriquecido la isla siglo tras siglo. Por ello, un viaje a Sicilia son varios viajes en el tiempo: ¡Sicilia es la máxima expresión del cruce de todas las culturas mediterráneas!.
Sin embargo, lo que más me seducía era andar por las calles, visitar los mercados llenos de vida y de color, comer bien por poco dinero, disfrutar con el ritmo caótico de sus ciudades, cenar al aire libre, dejarme deslumbrar con su luz y con esos azules intensos que se me han quedado en el recuerdo.
Para empezar el recorrido por la isla, no se me ocurre mejor lugar que Siracusa y su preciosa isla de Ortiga, autentica joya de la ciudad y lugar que fue rival de Atenas por su gran poder y prestigio. De ella dijo Cicerón que era la ciudad más bella del mundo antiguo. En esta ciudad nació Arquímedes y por ella pasaron Platón, Tito Livio, Ciceron... y se puede considerar como el centro arqueológico de la civilización griega en Sicilia.
Que nadie se engañe: Siracusa es una ciudad de contrastes. Tiene una zona que es imprescindible y hermosa: Ortigia, que es mayor atractivo del lugar y uno de los lugares más bellos de Sicilia.
Cuando llegamos, a la hora de la siesta y con un precioso sol, las calles estaban adormecidas y semidesiertas, y pasear por ellas era un privilegio.
Con paso tranquilo, sosegado, buscando las sombras de los aleros, pudimos disfrutar de un enclave que ha permanecido intacto y no ha sufrido la depredación del urbanismo moderno. Disfrutamos con las vistas de sus callejuelas, patios, plazoletas, con fachadas doradas y llenas de luz, balcones apoyados en imágenes de niños de piedra rebosantes de volutas.... Cada casa era diferente y el paseo se convirtió en un verdadero disfrute.
El teatro de Siracusa es espectacular, tallado en la ladera de la colina y con un radiante graderío de roca blanca. Es el teatro más grande de los que he visitado en Sicilia y, al parecer, tenía un aforo para 16.000 personas. Todavía hoy, durante el mes de Junio, se representan tragedias griegas... ¡qué privilegio poder asistir a una de ellas!.
Pero hay que seguir el camino..... y esa camino nos llevó a Taormina. Unos amigos me habían comentado que era la ciudad más bonita de Sicilia. No sé si será la más bonita, pero, desde luego, una de las más hermosas, seguro que sí. Había leído que esta ciudad había sido el lugar de retiro e inspiración de grandes escritores americanos, como Truman Capote; Thomas Mass, Tenesse Williams... También fue lugar de descanso de Dalí; Greta Garbo; Orson Wells y otros artistas de renombre. En suma, un lugar con cierto “glamour”.
Una carretera estrecha y con muchas cursas asciende por la ladera de la montaña hasta la estación de autobuses. Desde allí se llega a la Porta Messina, que marca la entrada a la calle principal, Corso Humberto I, llenas de tiendas de ropa de marca, de recuerdos, de joyerías elegantes, de antiguedades. Es la calle de Taormina comercial y peatonal, siempre atestada de turistas y gente “guapa” rica y bronceada. Por el tipo de gente que frecuenta el lugar, me recuerda a Saint Tropez o Cannes.
Nada que ver con el resto de Sicilia....... afortunadamente.
El continuar del viaje nos llevó a Erice, ciudad asentada sobre el monte Elyx. Se puede llegar hasta allí por una carretera zigzageante impresionante e interminable, o a través de un teleférico.
A medida que ascendíamos, una niebla densa se iba apoderando de la zona. Al llegar, el precioso y medieval pueblo nos ofrecía una imagen sobrecogedora, con sus calles de piedra y sus balconadas, envuelto en una neblina y azotada por un viento. Y con la maravillosa vista del mar a nuestros pies. Uno de las imágenes más ensoñadoras que guardo del viaje.
La mitología dice que Dédalo aterrizo allí; Eneas, el protagonista de la Eneida también menciona el lugar como un sitio sagrado y ha sido desde siempre lugar de culto a las divinidades clásicas.
Y pueblo a pueblo, catedral tras catedral, palacios y columnas griegas...... llegamos a Catania, segunda capital de la isla.
Lo primero que llama la atención al poner los pies en Catania es la locura del tráfico, que tiene su encanto...... siempre que no seas tú el que conduzca. Es una ciudad ideal para quedarse unos días, aprovechar en ella las primeras y últimas luces del día y viajar desde allí a los lugares de la costa jónica.
Además, tiene mucho encanto. Por las mañanas es imprescindible pasear por el Mercado de la Peschería. Es uno de los grandes recuerdos que me llevo de Sicilia. El mercado es muy bullicioso y lleno de vida. A él acuden los habitantes de Catania a realizar las compras y es una envidia poder disponer de alimentos tan frescos y de gran calidad. Los pescadores exhiben sus productos recién salidos del mar... nunca he visto tanta variedad, cantidad y calidad. Además, es encantador el gritería de los vendedores llamando a los clientes a comprar sus mercancías (pescados, frutas, verduras, quesos, hierbas aromáticas).... una maravilla.
Por la noche, la ciudad se llena de gente de todas las edades que salen a pasear, cenar o tomar una copa. El ambiente es extraordinario. La mayoría de los restaurantes y tratorias sacan mesas a las calles y estas se convierten en un enorme comedor, de olorosa comida, pizzas y pastas deliciosas y muy asequibles.
Y como todo en esta vida se acaba, no va a ser menos los viajes.... Después de recorrer la Isla, toca llegar al último “puerto”. Su capital, Palermo.
Nunca olvidaré la entrada en Palermo, llevándonos por las indicaciones que ponía “Centro ciudad”.
Pronto comenzaron a pasarnos motos por la derecha y la izquierda, coches que salían sin mirar, peatones que atravesaban las calles zigzigueando entre los coches y viandantes con “seguro a todo riesgo”. Nos dejamos llevar con el único objetivo de salir ilesos. Nos habían comentado que conducir en Catania y Palermo era para conductores valientes, y doy fé de que es así.
La ciudad es bastante grande, pero el centro histórico es muy accesible. Dos calles paralelas, Vía Roma y Vía Maqueda, y otra perpendicular a ellas, vía Vittorio Emanuele, constituyen el centro neurálgico.
En Palermo se disfruta paseando por sus calles, disfrutando de sus edificios, de su arquitectura, del ritmo caótico del tráfico, saboreando el vivir diario de los palermitanos.
A algunos les parecerá una ciudad sucia, descuidada, con un aire decadente. Es cierto.... pero en ella radica su encanto.
Una visita que no pueden perderse los amantes del buen cine es la visita al Teatro Massimo, pues en su interior se rodó la última media hora del Padrino III. Podrán conocer el salón del antepalco y el mismo palco central donde Michael Corleone (Al Pacino) y su mujer (Diane Keaton) veían el debut de su hijo como cantante de ópera, También las escalinatas centrales donde se rodó la escena final de la película y que termina con la muerte de Mery (Sofía Coppola) y el desgarrador y sobrecogedor dolor de su padre Michael.
Pero que nadie vaya a Sicilia pensando que sólo va a ver culturas antiguas, arte, mar y volcanes. Sicilia es mucho más que eso. Es un agradable caos en sus viejas ciudades, donde en el siglo XVIII debió de correr el oro a manos llenas, como muestras sus impresionantes palazzios y monumentos, y que ahora, con el paso del tiempo y la crisis, están abandonados y sucios, pero guardan su sello y la grandiosidad de un lujoso pasado. Y sus calles bullen de gentes, mediterráneas, amables, trabajadoras y sencillas, con sus suculentas pizzerias que con su aroma nos recuerdan la Italia profunda; esa que nos evocan a la memoria las películas de Marcelo Martoiani y Sofía Loren, con sus calles sombrías y estrechas; el vocerío de los vecinos, el caos de las motos.... Es un lugar donde, curiosamente, ese caos y ese "exceso de vida" te puede soprepasar cuando estás allí, pero que inmediatamente echas en falta cuando regresas a tu lugar de origen, haciendo que desees volver lo antes posible. Es el Mediterráneo y la Italia más bella y viva que podamos imaginar.
Hay lugares que se visitan y, por desgracia, no cumplen las expectativas deseadas.
Sicilia, desde luego, las cumple... y las supera con creces.
Juani Calleja
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